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Conspiración de Gual y España

Movimiento revolucionario, de carácter a la vez proindependentista y social, organizado en La Guaira y Caracas en 1797. Es conocido en la historia como la Conspiración de Gual y España por los apellidos de sus principales dirigentes, los venezolanos Manuel Gual y José María España. El primero, guaireño, era militar retirado (capitán), hijo de un oficial que unos 50 años antes había defendido a La Guaira contra los ataques navales de los ingleses. El segundo desempeñaba el cargo de teniente de justicia de Macuto. Ambos eran hombres instruidos y conocedores del francés. Otro de los conjurados, Manuel Montesinos Rico, era un acaudalado comerciante español establecido en Venezuela. Entre los comprometidos figuraban abogados criollos como Nicolás Ascanio y Luis Tomás Peraza; los ingenieros militares Patricio Ronán y Juan Lartigue de Condé (francés al servicio de la Monarquía española); cirujanos como Pedro Canibens, también francés, casado con una hermana de José María España; un alguacil de la Real Audiencia, José Rosalio Camacho; funcionarios de Real Hacienda como Joaquín Sorondo, Juan José Mendiri, Martín Goinaga; el párroco de La Guaira, Juan Agustín González. También numerosos sargentos, cabos y soldados de la guarnición de La Guaira, y varios de la de Caracas. Unos eran blancos criollos (como el cabo veterano Agustín Serrano), otros peninsulares (como el sargento veterano catalán José Rusiñol) y otros pardos y morenos como el artillero José Narciso del Valle, de profesión barbero, y el soldado de la misma arma José Manuel Pino, que era sastre y zapatero de profesión. Figuraban también comerciantes y bodegueros como José Miguel de Aranzamendi, Juan Arrambide y Vicente Estrada, que los 3 eran distinguidos con el tratamiento de «don», lo cual indicaba su condición de blancos. Varios «labradores», es decir, dueños de pequeñas propiedades agrícolas, unos blancos como Esteban Valenciano y otros pardos como José Domingo Camacho. Entre los artesanos pardos y mulatos que apoyaron la conspiración se destacaron el carpintero José del Rosario Camacho (hermano del último mencionado) y el albañil Juan Moreno. Participaron igualmente peones, caleteros, pescadores y algunos esclavos. La esposa de José María España, Joaquina Sánchez, estaba al corriente de todo, alentaba a los conspiradores y según rumores que circularon por las Antillas, «...ella tenía su charpa de pistolas como el mejor soldado, sus pantalones y su cinturón con un sable y una chapa de cobre en que estaban las palabras de Viva la libertad...». En los informes que las autoridades españolas de Venezuela enviaban a la Corte, se decía que en La Guaira las noticias de los éxitos de los republicanos franceses eran recibidas por muchas personas con alegría, y que circulaban clandestinamente libros prohibidos, que difundían las consignas de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa.

En la conspiración de Gual y España desempeñaron un importante papel varios revolucionarios españoles que encabezados por el educador y escritor Juan Bautista Picornell, habían pertenecido a una logia masónica madrileña y organizado en la capital de España un golpe de Estado con el propósito de derribar el régimen monárquico e instaurar una República al estilo de la francesa. Este movimiento, en el cual estaban implicados, entre otros, el profesor de matemáticas Sebastián Andrés y el de humanidades José Lax, así como un miembro del Real Colegio de Pajes, Manuel Cortés Campomanes, debía estallar el 3 de febrero de 1796, día de San Blas, por lo cual se le llamó luego la Conspiración de San Blas. Pero fueron delatados antes de esa fecha, apresados, juzgados y condenados a muerte, pena que les fue conmutada por la de encierro en presidios de América, gracias a la intervención del embajador de Francia, entonces aliada de España. En diciembre de 1796 y a comienzos de 1797, los 4 conspiradores europeos fueron llegando a La Guaira, donde se les encerró en las bóvedas. A través de uno de sus guardianes, el sargento José Rusiñol, y de otros descontentos con la dominación española, como el también sargento pardo José Isidro Cordero, Picornell y sus compañeros entraron en contacto con Gual y España. Las ideas revolucionarias que ya germinaban en la mente de estos se vieron reforzadas con el bagaje ideológico de los presos, y la conspiración se puso en marcha. Protegido por sus propios guardianes, Picornell pudo entrevistarse clandestinamente con Gual y España después de haberlo hecho 4 veces previamente con Cordero. Provisto de pluma, tintero y papel en su calabozo, el ideólogo español empezó a redactar los manifiestos y las instrucciones de la conspiración, combinando su experiencia de revolucionario con las informaciones que sobre la realidad americana le proporcionaban sus compañeros venezolanos. El movimiento tuvo su foco en La Guaira, de donde extendió sus ramificaciones a Caracas. Acaudillado por Gual y España, con los aportes intelectuales de Picornell y sus compañeros, halló sobre todo, eco en sectores de los estratos medios de la sociedad, incluyendo numerosos miembros del grupo de los pardos libres (artesanos y militares), con amplia simpatía popular en La Guaira. Aspiraban a instaurar en Venezuela una República independiente, democrática e igualitaria y se proponían llevar luego la revolución a otras regiones de Hispanoamérica. Minuciosamente preparado, el movimiento contaba con un conjunto de documentos teóricos e instrucciones de carácter organizativo práctico. Se previeron, inclusive, cantos revolucionarios como la Carmañola americana, inspirada en su homónima francesa, y una Canción americana surgida de la propia entraña del medio social, aunque con ecos de La Marsellesa.

En abril, mayo y junio de 1797 se realizaron varias reuniones de los conjurados, en casa de España, en la de Ronán, en la de Mendiri, y a veces a orillas de una quebrada. Gual no vivía entonces en La Guaira, sino en Santa Lucía, pero bajaba con frecuencia al puerto, alojándose con el ingeniero Ronán. En una de las reuniones celebradas en casa de España (que por ser la primera autoridad de Macuto tenía más libertad de acción y mayor seguridad), este exhortó a los presentes a derramar su sangre por la patria si fuese preciso, y les recibió el juramento de fidelidad y de guardar el secreto. Los conspiradores se llamaban entre sí «hermanos» (y éste era además el santo y seña para reconocerse). Crearon una escarapela cuatricolor (blanco, azul, amarillo y rojo) en representación de las 4 etnias de blancos, pardos, indios y negros. El estribillo de la Canción-americana decía: «...Viva tan solo el Pueblo/ el Pueblo Soberano./ Mueran los opresores,/ mueran sus partidarios...». El ingeniero Lartigue de Condé se ofreció para componer su música. En otra reunión, Gual, con gran exaltación, denunciaba que los nacidos en América eran postergados, refería las causas y las consecuencias de la independencia norteamericana y de la Revolución Francesa y exhortaba a sus oyentes a seguir un camino similar. Picornell, por su parte, sostenía en sus entrevistas clandestinas con los dirigentes que para la felicidad de América española era indispensable establecer un gobierno independiente, donde todos fuesen iguales y se pudiera comerciar libremente con todas las naciones, sin impuestos gravosos o reduciéndolos a un mínimo. El primer paso de los conspiradores fue organizar la fuga de los presos españoles, lo cual se logró en la noche del 4 de junio, con la complicidad de sus carceleros. En las bóvedas de La Guaira solo quedaban 3, pues Lax había sido trasladado poco antes a Puerto Cabello. Después de fugarse, Andrés subió a Caracas, donde fue arrestado el día siguiente. Picornell y Cortés Campomanes se escondieron en un lugar llamado La Vigía de Chacón, cuyo vigilante, un soldado pardo, los protegió hasta el 16 del propio mes, cuando pudieron salir hacia la casa de España en Macuto; allí, España arregló su salida hacia Curazao en una lancha de pescadores, lo cual se verificó el 26 de junio. Además del pasaje, que costó 300 pesos, llevaban 570 pesos recogidos entre los simpatizantes del movimiento. De Curazao, Picornell y Cortés pasaron a la isla de Guadalupe, colonia francesa. Allí mismo, o en la ciudad de Santo Domingo (que en esa época estaba también dominada por los franceses), Picornell hizo imprimir numerosísimos ejemplares de la Canción americana (8.000, al parecer) y más de 2.000 del folleto titulado Derechos del hombre y del ciudadano, con varias máximas republicanas y un discurso preliminar dirigido a los americanos, con el pie de imprenta apócrifo «Madrid, en la imprenta de la Verdad, 1797». Después, se dedicó a promover su introducción clandestina a Tierra Firme.

En La Guaira la conspiración seguía progresando. El movimiento fue fijado para el 16 de julio, día de la Virgen del Carmen. El comerciante Manuel Montesinos Rico, que vivía en Caracas, había recibido de Gual el encargo de promover la conspiración en la capital. El 11 de julio, mientras su barbero pardo Juan José Chirinos (que era también oficial de Milicias de Pardos) le afeitaba, Montesinos trató de captarlo para el movimiento, insinuándole que facilitara a los conjurados el acceso a la armería del cuartel el día 16. Chirinos no se dejó convencer, habló con varios compañeros y luego con el capellán de su batallón y este con uno de los párrocos de la catedral, y así, a través de otras personas más, la noticia llegó a oídos del gobernador y capitán general Pedro Carbonell ya avanzada la tarde del día 13. De inmediato la casa de Montesinos Rico fue sometida a vigilancia y luego allanada y registrada, y él fue arrestado. En la requisa se encontraron documentos revolucionarios, manuscritos, unos de letra del propio Montesinos y otros de mano de Picomell. Entre ellos las Ordenanzas, que empezaban: «...En el nombre de la Santísima Trinidad y de Jesús, María y José, amén...», y luego, en 44 artículos, establecían las bases del nuevo gobierno revolucionario, declarando que el movimiento era hijo de «la razón, de la justicia y de la virtud», qué la esclavitud quedaba abolida y que los 4 fundamentos de los derechos del hombre eran «igualdad, libertad, propiedad y seguridad». También se halló un manifiesto dirigido a los «habitantes libres de la América española», donde se les excitaba a la rebelión, y los textos de la Canción americana y de la Carmañola americana. Gual, que se hallaba entonces en Santa Lucía, donde tenía su casa, fue informado por Nicolás Ascanio de la prisión de Montesinos y bajó a La Guaira en la noche del día 14 con la intención de adelantar el estallido del movimiento. Pero Ronán, al parecer, se negó a seguir secundándolo. Gual y España se embarcaron esa misma noche, o muy poco tiempo después, hacia las Antillas. En una pesquisa que las autoridades realizaron en la residencia de Gual en Santa Lucía encontraron otros documentos similares a los descubiertos en la de Montesinos, unos de letra de Gual y otros de Picornell. El objetivo de los conjurados, después de haberse apoderado de La Guaira y Caracas, era enviar comisionados a las capitales de las provincias de la capitanía general y a otras poblaciones importantes, con una copia de las Ordenanzas y la siguiente circular dirigida a las primeras autoridades de cada lugar: «Requiero a vuestra merced, en nombre del Pueblo, con el cumplimiento de los anteriores artículos en la parte que le toca, en la inteligencia de que si al tiempo de su lectura o posteriormente ejecutase la más mínima acción en contrario, se procederá de inmediato a la ejecución de las órdenes que lleva el comisionado; pero si después de enterado de su contenido se sometiere a la disposición, de dichos artículos, será tratado como corresponde y se previene en los mismos».

La persecución de los conjurados por las autoridades realistas empezó de inmediato y numerosas personas fueron detenidas, tanto en La Guaira como en la capital. Se formaron listas de sospechosos. Uno de los arrestados, el artillero José Narciso del Valle, mencionó a más de un centenar de personas que él creía complicadas en el movimiento. El obispo fray Juan Antonio de la Virgen María Viana, que se hallaba temperando en La Guaira, intercedió para que se publicase un indulto a favor de los conspiradores que se presentasen voluntariamente y declarasen lo que sabían; unas 35 personas lo hicieron, y la mayoría de ellos fueron deportados poco después a España. A los demás presos empezó a incoárseles un largo proceso. La «nobleza» de Caracas, los mantuanos, ofreció de inmediato su cooperación al gobernador capitán general, formando 2 compañías del Cuerpo de Nobles que se alojaron en el Cabildo Municipal a fin de vigilar la ciudad y en especial la cárcel pública donde se hallaban los presos; en una comunicación dirigida al rey Carlos IV, los mantuanos reiteraron su lealtad. Entre tanto, Gual, España y Picornell, juntos unas veces y separados otras, vagaban por las islas del Caribe no hispánico, eludiendo la persecución de los agentes y espías enviados por las autoridades de Caracas, que también los reclamaron oficialmente a las autoridades de esas islas cuyos gobiernos eran aliados de España o neutrales. Por la captura de Gual o de España se ofrecían 500 pesos de recompensa, y en caso de presentar ellos resistencia la cantidad era de 10.000 pesos por Gual (que era militar) y de 5.000 pesos por España. Recorrieron Curazao, Guadalupe, Martinica, San Bartolomé, Saint Thomas, Saint Croix, y finalmente se asentaron en Trinidad. José María España decidió regresar clandestinamente. Disfrazado de marinero desembarcó cerca de La Guaira a fines de enero de 1799 y logró llegar a su casa de Macuto, donde le acomodaron un escondite. A pesar de que varias personas conocían su presencia además de su esposa, nadie lo delató y allí permaneció unos 3 meses, saliendo aveces disfrazado de carbonero. A comienzos de abril de aquel año tomó posesión del gobierno en Caracas Manuel Guevara Vasconcelos, quien de inmediato inició la represión. Con la ayuda de su esposa Joaquina Sánchez, España quiso encabezar una rebelión de sus propios esclavos, o en todo caso así lo dijeron las autoridades. Denunciado por uno de esos esclavos, España fue arrestado y conducido a la capital a fines de abril. Juzgado sumariamente, fue condenado a muerte el 6 de mayo y ejecutado el 8, en la plaza Mayor de Caracas (actual plaza Bolívar). Su esposa, que había sido arrestada al mismo tiempo que él, fue condenada a 8 años de reclusión en la Casa de Misericordia de Caracas. Guevara Vasconcelos continuó la represión: el soldado Manuel Pino y el cabo Agustín Serrano fueron ejecutados en Caracas y el sargento José Rusiñol, el artillero José Narciso del Valle y el albañil Juan Moreno lo fueron en La Guaira, todos en el transcurso del mes de junio de 1799. Otros de los acusados de participar en la conspiración fueron condenados a destierro y a trabajos forzados, y 11 resultaron absueltos. Manuel Gual permaneció en la isla de Trinidad, desde donde se comunicó con el Precursor Francisco de Miranda, quien estaba en Londres. En mayo de 1799 Gual publicó una Alocución dirigida a sus compatriotas, excitándoles a seguir combatiendo por la independencia. El 25 de octubre de 1800 murió en San fosé de Oruña (Trinidad), probablemente envenenado por un espía. Picornell y Cortés Campomanes sobrevivieron.

Aunque la Conspiración de Gual y España fracasó como movimiento revolucionario en julio de 1797 y se extinguió definitivamente con la muerte de sus dirigentes José María España en 1799 y Manuel Gual en 1800, los textos emanados de ella tuvieron considerable influencia en el movimiento emancipador de Hispanoamérica. Los conjurados prepararon cuidadosamente los escritos necesarios para el triunfo de la conspiración, de los que conocemos los siguientes: a) Las Ordenanzas, que son previsiones doctrinales para la acción revolucionaria; b) la alocución Habitantes de la América española que es la proclama para la insurrección; c) la Canción americana y la Carmañola americana, composiciones destinadas a levantar el ánimo del pueblo, como cantos de exaltación revolucionaria; y d) los Derechos del hombre y del ciudadano con varias máximas republicanas y un discurso preliminar dirigido a los americanos. Los 44 artículos de las Ordenanzas de la conspiración, son una suerte de instrucciones de índole varia, pero en conjunto constituyen una base de acción revolucionaria que tenía que ser observada en todas las provincias de Tierra Firme (Caracas, Maracaibo, Cumaná y Guayana), a fin de alcanzar el éxito apetecido: restituir al pueblo americano su libertad. La alocución Habitantes libres de la América española es una instigación a rebelarse; por tanto el texto es más apasionado, como corresponde a una exaltación a la obra revolucionaria. Enlaza la conspiración de Gual y España con otro gesto reivindicador en Tierra Firme: el de Juan Francisco de León, en 1749, contra el dominio de la Compañía Guipuzcoana. Las 2 composiciones Canción americanaCarmañola americana son obras destinadas a levantar las clases sociales menos educadas en los ideales de la revolución. La obra más importante de la conspiración de Gual y España, es la de los Derechos del hombre y del ciudadano con varias máximas republicanas y un discurso preliminar dedicado a los americanos, que fue impresa el mismo año de 1797, probablemente en Guadalupe (o tal vez en Santo Domingo), con pie de imprenta falso; contiene como parte central el texto de los Derechos del hombre y del ciudadano, traducidos de la declaración francesa que precede al acta constitucional del 24 de junio de 1793. Treinta y cinco artículos, en vez de los 17 de 1789 insertos en la Constitución francesa de septiembre de 1791. Estos últimos habían sido los traducidos por Antonio Nariño en Bogotá unos años antes, los cuales no tenían ninguna relación con la conspiración de Gual y España. Las máximas republicanas son enunciados y síntesis de principios y virtudes ciudadanas. Son un código de moral y política por el que debe guiarse un buen republicano: «...buen padre, buen hijo, buen marido, y buen vecino». El discurso preliminar dirigido a los americanos apunta a un propósito más alto: dar las razones de la revolución. Por tal causa, abundan las especulaciones de orden filosófico, histórico y político. Por su altura de miras y por las cualidades del escrito, así como por el tiempo y circunstancias en que se publicó, estos Derechos del hombre y del ciudadano con varias máximas republicanas y un discurso preliminar dirigido a los americanos constituyen una obra decisiva en la dirección espiritual de la vida política hispanoamericana en los orígenes de la independencia. Se explica la tenaz persecución de las autoridades españolas para evitar la difusión. El conjunto de textos emanados de la conspiración de Gual y España convierte esta conjura en la de mayor contenido teórico, la más orgánica y completa, con perfecta definición de ideario y fines, de todos los movimientos precursores de la independencia americana en la América meridional. La influencia más trascendente de los textos de la conspiración es la que emana del impreso de los Derechos del hombre y del ciudadano, pues su redacción pervive en las secciones correspondientes de las primeras constituciones promulgadas por los Estados que llegaron a la vida independiente a partir de 1810.

 

Tema relacionado: Movimientos precursores de la Independencia.

Autor: Manuel Pérez Vila, Pedro Grases
Bibliografía directa: García Chuecos, Héctor. Documentos relativos a la revolución de Gual y España. Caracas: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1949; Grases, Pedro. La conspiración de Gual y España y el ideario de la independencia. 2a ed. Caracas: Ministerio de Educación, 1978; Jones Parra, Juan. Conspiración de Gual y España. Caracas: Editorial Sucre, 1956; López, Casto Fulgencio. La Guaira: causa y matriz de la independencia hispanoamericana. 2a ed. Caracas: Ministerio de Educación, 1967;--. Juan Bautista Picornell y la conspiración de Gual y España. Caracas: Ediciones Nueva Cádiz, 1955; Machado Rivero, Eduardo. Apostilla a los datos históricos sobre D. José María España, precursor de la independencia de Venezuela. Caracas: s.n., 1973.
Hemerografía: Briceño Iragorry, Mario. «La revolución de Gual y España», En: Crónica de Caracas. Caracas, núm. 4-5, abril-mayo, 1951; Gandía, Enrique de. «La conspiración de Gual y España», En: Anales de la Universidad de Cuenca. Cuenca, Ecuador, núm. 2, abril-junio, 1961.
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