noviembre-diciembre 1842
Muerto el Libertador el 17 de diciembre de 1830, le fue practicada una autopsia. Su cadáver fue embalsamado para luego ser sepultado en Santa Marta en 2 urnas, una contentiva del cuerpo y otra del corazón. Durante los años que siguieron a la muerte de Simón Bolívar, Venezuela se consolidó como República independiente. Las viejas rencillas, desacuerdos y rencores quedaron olvidados para dar paso a un sentimiento más noble y perdurable: el agradecimiento a aquel hombre que, a cambio de su fortuna y su vida, luchó por la independencia de 5 naciones americanas. En ese sentido, el presidente de la República, general José Antonio Páez, se dirigió al Congreso Nacional, en 1833, para solicitar que se decretasen los honores públicos al más insigne de sus hijos. Esta petición la volvió a formular el general Carlos Soublette en 1839. Nuevamente, en febrero de 1842, el general José Antonio Páez insistió sobre la necesidad de que se dictasen las medidas para el traslado definitivo de los restos de Bolívar. Entre otras cosas expresó: «Los restos preciosos del hijo Ilustre de Caracas permanecen en el lugar en que terminó su existencia; ellos deben venir al lugar en que la principió; pero nadie debe traerlas sino la Nación». Estas gestiones tuvieron su feliz término cuando el Congreso Nacional decretó el 30 de abril de 1842: «El Senado y la Cámara de Representantes de la República de Venezuela reunidos en Congreso:
Considerando:
1.- Que los grandes hechos del Libertador Simón Bolívar, ilustre hijo y blasón de Caracas, están ya consignados en la historia, que lo reconoce como fundador de tres Repúblicas, y el primer caudillo de la Independencia suramericana; y 2.- Que a Venezuela asiste el precioso derecho de depositar sus restos venerandos; así como obliga el deber de tributarle un solemne homenaje de suma estimación y gratitud.
Decretan:
Artículo 1°: Venezuela se honra de aclamar al Libertador Simón Bolívar con los títulos de honor y gloria decretados por Venezuela y Colombia.
Artículo 2o: El Gobierno hará trasladar sus cenizas desde Santa Marta a esta capital con el decoro propio, y previa participación al Gobierno de la Nueva Granada.
Artículo 3o: A su llegada se le harán los honores fúnebres de Capitán General.
Artículo 4o: Todos los empleados públicos de cualquier clase y denominación que sean llevarán luto por ocho días.
Artículo 5o: Se celebrará un aniversario fúnebre en cada capital de provincia y en aquel día llevarán luto todos sus empleados públicos.
Artículo 6o: Sus ilustres cenizas serán depositadas en la Santa Iglesia Metropolitana, y se levantará un modesto panteón que las contenga.
Artículo 7o: La efigie del Libertador será colocada distinguidamente en los salones del Congreso y del Poder Ejecutivo, para que en todas ocasiones recuerde sus grandes merecimientos.
Artículo 8o: El Poder Ejecutivo queda encargado de reglamentar este decreto, y autorizado para hacer del Tesoro Público los gastos necesarios para su ejecución».
Acto seguido, el gobierno nacional invitó a los gobiernos de Colombia y Ecuador para que le acompañasen en el acto de exhumación de los restos de Bolívar en Santa Marta. Y nombró una comisión, compuesta por el general Francisco Rodríguez del Toro, el general Mariano Montilla y el doctor José María Vargas, para presenciar la ceremonia, recibir los restos y trasladarlos a Caracas. Igualmente, comisionó al coronel Agustín Codazzi para que gestionara, en París, la construcción del carro que debía llevar la urna del Libertador, así como el arco de triunfo y todos los demás adornos para el solemne acto; pidió al antiguo edecán de Bolívar, Daniel Florencio O'Leary, se pusiese en contacto con el escultor romano Pietro Tenerani, con el fin de construir un monumento de mármol que sirviese de panteón para las cenizas; nombró a Juan de Francisco Martín para la identificación de los restos; designó las personas que habían de hacer guardia de honor durante el traslado a bordo de la goleta Constitución y ordenó los demás detalles de la ceremonia que debía de realizarse en Caracas, así como en las demás ciudades de la provincia, el día 17 de diciembre de 1842. El acto de exhumación de los restos se fijó para el día 20 de noviembre de 1842 a las 5:00 p.m. Aparte de la comitiva oficial venezolana y colombiana, se le extendieron invitaciones a Pablo S. Clemente y Simón Camacho, deudos del Libertador, así como a Manuel de Ujueta y Alejandro Próspero Reverend, quien había asistido al Libertador en sus últimos días, le había practicado la autopsia y había embalsamado su cadáver. Una vez exhumados, los restos fueron depositados en una urna nueva, la cual fue construida a tal efecto en Bogotá; mientras que la otra urna que contenía el corazón de Bolívar se dejó en Santa Marta, como un símbolo de eterna amistad entre los 2 pueblos.
Finalizada la ceremonia oficial en Santa Marta, y puestos a bordo de la goleta los restos del Libertador, esta izó vela el 22 de noviembre y recorrió un trayecto que duró 21 días hasta su llegada a La Guaira. El 15 de diciembre de 1842 fueron desembarcados a una falúa, convenientemente armada, la cual los trasladó a tierra firme. Majestuoso y solemne, el pueblo venezolano recibió a su ilustre hijo y lo condujo a la iglesia parroquial de La Guaira. Al día siguiente, la población guaireña despidió los restos del Libertador y una comisión del Concejo Municipal guaireño los condujo hasta la ciudad que lo vio nacer. A su entrada a Caracas, la Comisión del Concejo Municipal de la capital recibió la urna cineraria, la cual fue conducida en hombros por algunos distinguidos ciudadanos hasta la capilla de la Santísima Trinidad. Al día siguiente, 17 de diciembre de 1842, se presentó el presidente José Antonio Páez, sus ministros, representantes de la Iglesia, el cuerpo diplomático y distinguidos ciudadanos de Caracas en la plazuela de la Trinidad para trasladar la urna, entre filas de milicias uniformadas, a través de calles adornadas con cortinaje de luto, banderas tricolores, gorros frigios y emblemas, en una majestuosa procesión, hasta la iglesia de San Francisco, en la cual se celebró un oficio solemne, enalteciendo la vida y obra de aquel gran hombre que luchó con denuedo por la libertad. Las cenizas del Libertador permanecieron en la iglesia de San Francisco hasta el día 23 de diciembre, fecha en la cual fueron trasladadas, con igual solemnidad, hasta la catedral, donde se les inhumó en la cripta de la familia Bolívar. Por encargo del gobierno, Fermín Toro redactó la reseña de estos actos. En marzo de 1874, el presidente Antonio Guzmán Blanco decretó que la iglesia de la Santísima Trinidad de Caracas pasase a ser el Panteón Nacional, sitio en el cual debían reposar los restos de los ilustres próceres de la Independencia y de otros eminentes ciudadanos. El 26 de agosto de 1876, Guzmán Blanco expidió otro decreto. Fijó, para el 28 de octubre de ese año, la fecha de traslado de los restos mortales del Libertador desde la catedral hasta el Panteón Nacional, donde reposan en la actualidad.
Tema relacionado: Páez José Antonio, gobiernos de (1839-1843).