La presencia de los Welser en Venezuela tiene su origen en el convenio celebrado entre la casa banearia de Augsburgo y la Corona española el 27 de marzo de 1528, para la explotación, poblamiento y gobierno de esta provincia. Este contrato los obligaba a fundar 2 ciudades en el término de 2 años, y construir 3 fortalezas, armar 4 navíos y conducir 300 hombres españoles y 50 mineros alemanes, que habrían de repartir por todas las Indias para el mejor conocimiento y beneficio de los metales. Por su parte la Corona les concedía el derecho de introducir yeguas y caballos, les dispensaba del impuesto sobre la sal y del almojarifazgo (impuesto sobre la introducción de mercaderías), bodega libre en las atarazanas de Sevilla, licencia para esclavizar a los indios rebeldes y para la introducción de esclavos negros destinados al trabajo de las minas. Por los metales preciosos que extrajesen, no pagarían el quinto real sino el décimo, durante los primeros 4 años, y en los siguientes un noveno, un octavo, hasta alcanzar el quinto de ley 10 años después de haberse iniciado la explotación. Aparte de esta concesión obtuvieron el
asiento para la introducción en todas las Indias de 4.000 negros, que fue el primer gran contrato de esta índole celebrado por España. Las primeras naves de los Welser llegaron a la costa de Coro el 28 de febrero de 1529, y con su arribo quedó fundada la gobernación de Venezuela y a partir de esa fecha comenzó el control administrativo. Las cuentas de la Real Hacienda se iniciaron a partir del 29 de abril, o sea 2 meses más tarde, cuando los oficiales reales asentaron en sus libros la primera partida de ingresos. Los Welser tenían facultad para nombrar los gobernadores, pero éstos quedaban sujetos a la confirmación real y a todas las leyes y pesquisas españolas, debiendo responder de sus actuaciones ante las autoridades metropolitanas y locales, como eran los Cabildos y la Real Audiencia de Santo Domingo, organismo supremo en América como tribunal de gobierno jurídico. La administración de la Hacienda Pública quedaba en manos de los 3 oficiales reales, designados directamente por el monarca, quienes gozaban de autonomía en sus funciones. Entre los años de 1529 y 1532, introdujeron los Welser 13 navíos; 7 vinieron directamente de España y 6 de Santo Domingo, con mercaderías que, según los registros oficiales, tuvieron un valor de 31.090 pesos, más las bestias y mantenimientos por 8.483 pesos, lo que dio un valor total de casi 40.000 pesos que produjo de impuestos 2.947 pesos, que constituyeron los primeros ingresos recaudados por España de esta nueva gobernación. El Cabildo quedó fundado casi inmediatamente después del arribo, siendo el primer alcalde de la ciudad Bartolomé Zarco, y primer escribano público Alonzo de la Llana, y los oficiales reales administradores de la Hacienda, Antonio de Naveros (contador), Alonso Vázquez de Acuña (tesorero) y Pedro de San Martín (factor). A raíz del enfrentamiento del Cabildo de Coro con los funcionarios de los Welser en la ciudad, en 1534 arribó a Coro el obispo de la diócesis Rodrigo de Bastidas, provisto del título de gobernador y juez de comisión designado por la Audiencia de Santo Domingo para que averiguase la verdad de ciertas denuncias sobre la conducta de los alemanes y para que pusiese a derecho las actuaciones de todos los funcionarios reales, y ejercida esta misión cesó en el desempeño de su función gubernativa; en 1537 de nuevo recibió el encargo de «...Juez de Comisión para lo tocante a recibir cuenta de los oficiales de la dicha provincia...» Estas facultades demuestran la estrecha vigilancia mantenida por la Corona sobre los alemanes, quienes jamás tuvieron plena autonomía. La fundición de oro, principal objetivo de los Welser y de los gobernadores españoles de todo el siglo xvi, arrojó, en la primera década del gobierno alemán, los mayores beneficios obtenidos en todo el período colonial. En el mismo año de su arribo a Coro, recogieron 1.116 pesos, casi 10.000 el siguiente yen 1533, la mayor cantidad de todo tiempo: 39.225 pesos. En los 10 años comprendidos entre 1529-1538, la fundición de oro alcanzó a 89.080 pesos de
metal fino. Hicieron esclavos a 1.005 indígenas avaluados en 7.500 pesos, un precio sumamente bajo de apenas 7,5 pesos por cabeza, que debió darles un beneficio por lo menos 3 veces superior a esa cantidad, y muchos de los cuales fueron llevados a vender a Santo Domingo. Las mercaderías introducidas por los alemanes en esos 10 años, montaron a un valor de 77.285 pesos y por ellas pagaron a la Real Hacienda 5.046 pesos de almojarifazgo, pese a sus protestas pues alegaron estar eximidos de este impuesto según el contrato suscrito por la Corona.
Origen social: Los Welser pertenecían a una vieja familia aristocrática alemana, cuyo escudo hacía remontar su nobleza a 400 años; su fortuna, considerada la segunda después de la de los Fugger, la formaron en el ejercicio mercantil de artículos de consumo, y ocasionalmente participaron con capital en las explotaciones mineras. De los países nórdicos traían hilo de lino, cáñamo en bruto; hilo de algodón y terciopelo de Italia; telas de seda, lino y lana de Inglaterra. Eran grandes comerciantes en especies orientales: pimienta, jengibre, nuez moscada, clavos de especie, canela y azafrán. Tenían plantaciones de azúcar en Madeira, de donde la extraían para Alemania y otras partes de Europa; comerciaban también plantas medicinales y colorantes; vendían metales preciosos directamente a los joyeros, herramientas y materias primas a los artesanos y los gremios. Se dedicaban alas actividades bancarias de su tiempo, como eran las ventas de letras de cambio y la transferencia de caudales entre las ciudades donde ellos tenían establecimientos e intereses. Funcionaban como una sociedad mercantil que admitía las aportaciones de capital de otras familias y de mercaderes. La sede de la casa era la ciudad de Augsburgo, pero la red de factorías y de agentes se extendía por muchos países de Europa.
Negocios en España: Estos eran anteriores al ascenso al trono de Carlos I. Muy a comienzos del siglo XVI ya tenían factorías en Zaragoza y Valencia y, en 1509, adquirieron grandes extensiones de terreno en La Palma (islas Canarias), donde hicieron plantaciones de caña, pues el negocio del azúcar era una de sus principales actividades mercantiles. En cuanto a su intervención política, estuvo siempre en relación con su extensa red de negocios. A la muerte de Maximiliano I, en sociedad con los Fugger, contribuyeron con los recursos económicos requeridos para inclinar la elección a favor del rey Carlos I de España como emperador de Alemania con el cognomento de Carlos V. Ya éste en el poder, fundaron una factoría en Sevilla dedicada especialmente al trato con el Nuevo Mundo, y otorgada la libertad para el despacho de buques privados a los dominios americanos, armaron varios barcos que dedicaron al comercio con estos puertos. El volumen adquirido por estas operaciones debió ser cuantioso, pues para
atenderlo y desarrollarlo instalaron una factoría en Santo Domingo, que se convirtió en puntal de sus negociaciones en el Nuevo Mundo. El contrato con la Corona les permitió saltar desde aquella isla a Tierra Firme, en una región casi desconocida sobre la cual corrían versiones de enormes riquezas y de la existencia de reinos cuya conquista prometía mayores frutos que el de la Nueva España, por entonces recientemente dominado y sometido por Hernán Cortés.
Los gobernadores alemanes: El primer gobernador fue Ambrosio Alfínger, quien tenía ya experiencia americana pues estuvo en la factoría de los Welser en Santo Domingo. El se atribuyó la fundación de Coro, negándola a Juan de Ampies, alegando Alfínger que éste no tuvo título ni facultad de poblar y fundar, y se radicó en Todariquiba (actual estado Falcón); inmediatamente después de su arribo, Alfínger emprendió la expedición hacia el lago de Maracaibo, atribuyéndole algunos autores la primera fundación de la ciudad del mismo nombre. De esa expedición en la que empleó io meses, regresó enfermo, pero con un botín de 9.586 pesos; por la falta de noticias se le había dado por muerto y nombrado sucesor, por lo que tuvo problemas a su retorno a Coro. Durante la primera ausencia de Alfínger gobernaron interinamente Luis Sarmiento, en su condición de teniente designado por aquél, y el alemán Hans Seissenhofer, por designación de los Welser, y quien llegó con un ejército de 300 hombres para encargarse de la empresa y del gobierno, en la ausencia del gobernador expedicionario, y cesó muy pronto en su encargo al retorno de éste. Cuando Alfínger embarcó para Santo Domingo, en 1530, quedó en Coro como teniente general Nicolás de Federmann, pero éste también se ausentó en una expedición que emprendió por su propia iniciativa, por lo que fue preso y desterrado por Alfínger a su regreso. En 1531 emprendió su segunda expedición, cuyo objetivo era encontrar el paso hacia el Pacífico, aseguran unos; otros sostienen que buscaba el «reino» muy rico y poblado del que se tenían noticias. Alcanzó en esta expedición al Valledupar y cruzó la cordillera; de regreso fue muerto en uno de los encuentros con los aborígenes. Cuando éste partió en su segunda expedición, de la que no habría de regresar, designó por teniente suyo a Bartolomé de Santillana (o según otros Bartolomé Sailer) pero conocida la muerte de Alfínger en 1533, el Cabildo lo destituyó y nombró por interinos a los alcaldes Francisco Gallegos y Pedro de San Martín, hasta mediados de 1534, en que la Audiencia de Santo Domingo designó por gobernador interino al obispo Rodrigo de Bastidas, quien por enfermedad abandonó el cargo en enero de 1535 y dejó por teniente de gobernador a Alonso Vázquez eje Acuña, y llevó presos a Santo Domingo a Gallegos y a Sarmiento, administrador de los bienes de difuntos. Un mes más tarde, llegó el nuevo gobernador alemán, Jorge Hohermuth, mejor conocido como Jorge Spira por
ser oriundo de esta ciudad. Va a Santo Domingo para reunir pertrechos y armas, con miras a una expedición de descubrimiento, que a su regreso emprende por la vía de Barquisimeto hacia los llanos, en la que le acompañó Felipe de Hutten; alcanzó Acarigua y, según las noticias, el río Apure que no llegó a cruzar. Fue desafortunada esta expedición, viéndose obligado a regresar por causa de la fiebre que diezmó la tropa, 3 años después de haberla iniciado al costo de más de 300 muertes entre los soldados, de los que sólo volvieron 80 de a pie y 20 de caballería, y como único premio a tanto esfuerzo y pérdida de vidas, 1.594 pesos de oro fino. Como juez de residencia y encargado de la gobernación, encontró a Antonio Navarro, nombrado por la Audiencia de Santo Domingo; pero este nombramiento fue desaprobado por el monarca, y Spira se encargó del gobierno con plenas facultades; se preparó para iniciar una nueva jornada, que no pudo culminar pues ya enfermo de mal contraído en la primera, murió en junio de 1540. Entre tanto, el alemán Federmann, quien había salido de Coro en 1537 a la cabeza de otra expedición, había llegado en 1539 a la meseta de Bogotá, donde ya se hallaba asentado Gonzalo Jiménez de Quesada; de allí regresó Federmann a Europa en 1540, pero los Welser no llegaron a tener jurisdicción sobre el Nuevo Reino de Granada.
El obispo Rodrigo de Bastidas, designado por la Audiencia gobernador interino, designó capitán general de una nueva expedición a Felipe de Hutten, quien partió con 100 hombres de a caballo y algunos peones; con tan magro ejército prosigue su expedición. Desde la zona de Barquisimeto parte de nuevo a fines de enero de 1542; 4 meses después alcanza el río Casanare, le acompañó en esta desafortunada expedición el joven Bartolomé Welser; emprendió el viaje de regreso a principios de 1545; durante aquella larga ausencia, había sido nombrado gobernador en sustitución de Spira y del obispo Bastidas, el alemán Enrique Remboldt, factor de la compañía, quien murió a principios de 1544, sustituyéndole los alcaldes de Coro, Bernardino Manso y Juan de Bonilla. La Audiencia designó para sustituir a Remboldt al fiscal de ese tribunal, licenciado Juan de Frías, quien a su vez, habiéndose dirigido a la isla de Margarita en ejercicio de sus funciones, dejó a su teniente Juan de Carvajal, y éste a su vez, queriendo quedarse con el gobierno local, hizo presos y dio muerte a Felipe de Hutten y al joven Welser; con estas muertes se cierra, a fines de 1545, el episodio del gobierno de los Welser en Venezuela. Hacia esa fecha llegaron a Coro los licenciados Frías y Juan Pérez de Tolosa, quienes abren proceso contra Carvajal, lo sentencian y ejecutan. Sin embargo, aunque de hecho había quedado sin efecto el contrato de 1528, de derecho continuó en pie hasta el año de 1557, cuando los alemanes abandonaron el litigio ante la corte de España por la restitución del gobierno de Venezuela.
Arcila Farías, Eduardo. El primer libro de Hacienda Pública colonial de Venezuela (1529-1538). Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1979; Carande, Ramón. Carlos V y sus banqueros. [Madrid: s.n., 1943-1967] 3 v.; Fortique, José Rafael, Los Welser en la historia de Coro. [Coro: s.n.], 1976; Friede, Juan. El negocio venezolano de los Welser. Colonia-Graz: s.n., 1967;-. Nicolás Federman, el conquistador. Bogotá: Librería Buchholz, s.f.;-. Nicolás Federman, conquistador de Venezuela (1506-1542). Caracas: Fundación Eugenio Mendoza, 1959;-. Los Welser en la conquista de Venezuela. Caracas: Edime, 1961; Humbert, Jules. L'occupation allemande du Venezuela auxvie si'ecle: période dite des Welser (1528-1566). Burdeos: Féret et Fils, 1905; Panhorst, Karl H. Los alemanes en Venezuela durante el siglo XVI: Carlos V y los Welser. Madrid: Editorial Voluntad, 1927; Ponce, Marianela, Diana Rengifo y Letizia Vaccari. Juicios de residencia en la provincia de Venezuela; Los Welser. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1977. 3 v.; Ramos Pérez, Demetrio. La revolución de Coro de 1533 contra los Welser y su importancia para el régimen municipal. Caracas: Archivo General de la Nación, 1965; Richter, Erich. Die Welser landen in Venezuela. Leipzig: W. Goldmann, [1938]; Welser, Johann Michael A. Von. Los Welser. Nuremberg: s.n., 1917. 2 v.
Temas relacionados: Conquista; Revuelta contra los Welser.