Santiago de Chile 1587 —
Trujillo (Edo. Trujillo) 15.11.1668
Teólogo, filósofo, escritor, obispo de Nicaragua y decimotercer obispo de Venezuela (1661-1668). Viaja joven a Lima, donde ingresa en la orden franciscana. Doctor en teología y catedrático por más de 15 años, lector jubilado 2 veces, erudito, crítico, políglota e indigenista, orador y literato. Se inicia en Lima como guardián del Colegio y definidor de su provincia, para seguir en calidad de comisario, visitador provincial y coadjutor. Preside el Capítulo de la provincia franciscana del Perú, evangeliza y visita los conventos y establecimientos diseminados en el Perú, Chile y Bolivia, como Cajamarca y Charcas. Procurador ante Roma para la canonización de San Francisco Solano, en lo que pone empeño, se lo nombra juez de apelaciones de las provincias de España y representante de su Majestad Católica el rey de España en el Capítulo General de Roma, donde frente a autoridades defiende unas conocidas «conclusiones teológicas» y también le representa ante el Capítulo cisterciense de España. Será igualmente, consultor del Santo Oficio en Roma. Por todos estos merecimientos y por ser «hijo, nieto y bisnieto de conquistadores del Perú» es consagrado en Panamá como obispo de la diócesis de Nicaragua y Costa Rica, luego de ser presentado por el Rey y aceptado en consistorio por el papa Inocencio X, en 1644. Después de residir en la ciudad de León y de hacer obra de bien, el año 1651 es trasladado como obispo para ocupar la silla de Caracas. Demora un tiempo en Nicaragua y por súplicas viaja a Panamá, aunque se resiste a continuar el trayecto hasta Caracas debido a los pleitos y controversias del obispo saliente, fray Mauro de Tovar, con el poder civil; pero obligado por el Consejo de Indias prosigue a Cartagena de Indias y desde allí a Maracaibo, adonde llega el 27 de diciembre de 1660. Sin entenderse con el gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela, Pedro de Porres y Toledo, ni con el Cabildo Eclesiástico de Caracas, que era indeciso y a veces hasta contemporizador, arriba a la ciudad de Trujillo el 14 de junio de 1661, toma posesión de la Diócesis y se queda allí en busca de la paz anhelada y para trabajar silenciosamente en la redacción de sus escritos y en el beneficio de los fieles. Llega con séquito, pajes y secretarios y es recibido conforme al protocolo de la jerarquía; trae entre sus pertenencias una biblioteca de más de 1.000 libros de grueso porte, catalogada entre las mejores que existieron en el período colonial. Hará beneficios materiales y espirituales a la grey y permanecerá aliado de familiares y clérigos, pero sin querer viajar a la sede de la Diócesis. En este trajinar transcurren 8 años de vida activa, hasta que luego de unas conclusiones teológicas que presidiera en la iglesia matriz de Trujillo, en la continuación de la visita pastoral hacia tierras malsanas, enfermó de «calenturas» palúdicas y luego de innumerables remedios de la época, zumo de mastuerzo, piedra bezoar, palomitas abiertas en su vientre, etc., falleció rodeado de personalidades eclesiásticas y civiles. Revestido de los ornamentos eclesiásticos correspondientes fue enterrado con pompa de difuntos «...en la Capilla Mayor al lado del Evangelio...». Los bienes de diferente índole que dejara a su deceso dieron origen a ruidosos pleitos por varios años, entre el Cabildo Eclesiástico, la orden franciscana y los familiares del extinto. El obispo Briceño se destacó por su pensamiento, por la originalidad de sus tratados y por haber sido el primer americano en obtener dispensa para publicar un voluminoso estudio sobre los fundamentos filosóficos y teológicos de la corriente escotista en la cual era erudito, de tal forma que sus contemporáneos lo calificaron como «el segundo Scoto». Entre 1638 y 1642 publicó en Madrid sus «Controversias sobre el Primero de las Sentencias de Scoto», obra aparecida en latín en 2 volúmenes, aunque formada por 3, en la que analiza el pensamiento de Juan Duns Scoto (1266-1308), teólogo inglés y padre de la escuela que entonces seguía la Orden Franciscana Mendicante en sus enfrentamientos con la Orden Dominica seguidora de las ideas de Santo Tomás de Aquino. Anotó y corrigió el tratado Política indiana de Juan Solórzano Pereira, por petición del propio autor en 1610. Dejó inéditas algunas obras, entre las cuales figuran «Brizeño in Scot» y «Brizeño in Sententiis» y otros papeles y sentencias que demuestran su preocupación por el estudio de la filosofía y la teología en los años de la Colonia.