Cada vez que el sistema capitalista mundial se resiente, los coletazos de ese malestar repercuten directamente sobre Venezuela, a través de las fluctuaciones de su comercio exterior, del cual ha sido tan dependiente tanto en el siglo XIX como en el siglo XX. El desarrollo del capitalismo industrial estuvo acompañado por una gran inestabilidad, y a los períodos de prosperidad y expansión de la producción seguían períodos de depresión y de paro. Se trataba de la recurrencia de los ciclos económicos que, hasta 1860, habían sido estudiados como accidentes aislados en el desarrollo del sistema. Pero a partir de 1860, con los aportes del francés Clement Juglar, del ruso N.D. Kondratieff, en 1926, y del estadounidense Joseph Kitchin, en 1929, que describieron sus causas y la duración media de los ciclos, no existió la menor duda de que existía una regularidad de los períodos de expansión y depresión en las economías. La internacionalización creciente de la economía capitalista favoreció, por otra parte, la difusión de los efectos de estos ciclos, que afectaban no solo a los países industrializados sino también a los que estaban situados en su periferia. Al entrar en depresión, los países industrializados disminuían su demanda de materias primas y de productos alimentarios importados, afectando severamente las economías de los países productores y exportadores de esos bienes. Así, a través del comercio exterior y de los movimientos internacionales de capital, las consecuencias de las crisis capitalistas se trasladan a países como Venezuela. Aparte de estos factores de origen externo, a la ocurrencia de las crisis contribuyen también factores de orden interno, tales como las desacertadas políticas económicas y sociales y la inestabilidad política existente. Reseñemos algunas de estas crisis y sus efectos más notables sobre la economía venezolana durante los siglos XIX y XX, sin perder de vista que la característica de permanente o semipermanente de los principales cultivos de exportación en el siglo XIX (café, cacao, etc.), o las especificidades de la producción petrolera otorgan una notable rigidez a la oferta nacional, que no puede responder en un corto plazo a bruscas variaciones de la demanda mundial.
Siglo XIX
La crisis de 1825, que deprimió económicamente a Gran Bretaña, redujo el precio del quintal de café en Venezuela de 11 pesos en 1825 a 7,50 pesos en 1827, cuando el costo de producción del quintal oscilaba en torno a los 9 pesos. Entonces, muchos productores prefirieron dejar perder los frutos sobre los arbustos de café. La crisis de 1836, provocada por la desmedida exportación de oro de Inglaterra a Estados Unidos, y las medidas tomadas por el Banco de Inglaterra para frenarla, así como sus efectos sobre el mercado financiero de Nueva York, trajo consigo el derrumbe de los precios del café en los años sucesivos, hasta principios de 1840. La crisis de 1857, que afectó a Inglaterra, Francia y Estados Unidos, iniciada a raíz de la disminución de los beneficios de la explotación de las minas de oro de California y de Australia y de ciertas líneas de ferrocarril. Esta crisis ocasionó en Venezuela la caída de los precios del café en un 20%, del azúcar en un 50% y de los cueros en un 70%. El cierre casi total del mercado exterior para las exportaciones venezolanas dejó como saldo una balanza comercial desfavorable y un aumento en la deuda, tanto interna como externa. La crisis de 1882, iniciada con la quiebra financiera de la Union Générale francesa, difundiéndose sus efectos negativos a muchos otros bancos e industrias europeas, sacudió a la bolsa de Nueva York entre 1882 y 1884, llevando a la quiebra a 404 bancos. Sus consecuencias fueron desastrosas para la economía venezolana: baja en los precios internacionales del café, disminución del numerario circulante y, particularmente, del producto de la renta de importación, que, según la Memoria de Hacienda 1884-1885, «constituye la primera base de existencia del Tesoro Público». La crisis de 1890, que estalló en París con el escándalo de Panamá y del ring del cobre, llevó a la quiebra parcial a la casa Baring Brothers, removió a los mercados financieros franceses, ingleses, italianos y estadounidenses, y se extendió hasta 1896, cuando se presentó una severa crisis mundial de sobreproducción de café, particularmente por la intensa competencia del producto brasileño. En Venezuela, estas crisis provocaron una drástica reducción de los precios de exportación del café, que duró hasta 1908. Además esos años fueron aciagos para el país, ya que, según Ramón José Velásquez, se produjeron dos revoluciones, un ataque de viruela, una plaga de langostas y una larga sequía. La baja de los precios del café hizo perder el crédito internacional del país, ocasionó la paralización de las aduanas y una drástica reducción en las ventas que llevó a la quiebra a muchos comerciantes. A finales de 1898, ante la gravedad de la crisis, el gobierno de Ignacio Andrade sometió a la Cámara de Comercio de Caracas 3 soluciones para superarla: la emisión de papel moneda, la acuñación de monedas de plata y el incremento de un 25% en las tarifas de aduana. Prudentemente, la Cámara escogió la tercera medida.
Siglo XX
Venezuela nació a la vida republicana con grandes problemas fiscales derivados de una costosa guerra independentista. Las continuas guerras civiles o levantamientos armados aumentaron sus deudas, convirtiendo al país en un deudor crónico y moroso, que carecía de crédito y que era objeto de continuas reclamaciones de indemnización, algunas veces no fundamentadas, pero que fueron fuente de amenazas internacionales. La crisis de 1902 fue el resultado de esta situación. A principios del siglo XX, la deuda total del país, sumada a su servicio, superaba en más de 10 veces los ingresos fiscales de la nación, incapacitando al Gobierno para cancelarla. Todo eso llevó al bloqueo del país en diciembre de 1902, que se manifestó en la captura y la destrucción de nuestra marina de guerra, y en el control de las costas y los puertos venezolanos por la alianza europea, concretamente anglogermana. La inestabilidad política representada por la Revolución Libertadora, comandada por el banquero y comerciante Manuel Antonio Matos, contribuyó, además, a profundizar los efectos de la enorme crisis que conmovió al país. La crisis de 1909, que bajo la forma de una crisis de sobreproducción, afectó especialmente a Estados Unidos, Inglaterra y Alemania, y que se reflejó en una disminución importante de los beneficios industriales y la quiebra de algunos bancos, repercutió sobre la economía agroexportadora venezolana. La crisis de 1912, como consecuencia de la guerra de los Balcanes, produjo el pánico en las bolsas de Berlín, Londres y Nueva York, y fue seguida de una profunda depresión industrial y un gran paro obrero, hasta la llegada de la recuperación en 1914, cuando se establece una economía prácticamente de guerra. Esta crisis deprimió la economía de los países productores de materias primas y alimentos, entre ellas la de Venezuela. La crisis de 1920-1921, que deprimió el capitalismo mundial, trajo consigo una violenta caída de las exportaciones agrícolas, en volumen y valor. Los precios mundiales del café y del cacao se redujeron, y el valor de las exportaciones agrícolas venezolanas disminuyó en un 47% en 1920-1921, con respecto a 1918-1919. Pero ya el petróleo estaba surgiendo como una alternativa de crecimiento, y permitió moderar los efectos. En 1920-1921 el petróleo aportó el 2,3% de los ingresos fiscales, para situarse en un 21,2% en 1929-1930. La crisis estadounidense de 1929 y la gran depresión que le sucedió se reflejó en una baja del consumo mundial del café y del cacao, como consecuencia de la disminución del poder adquisitivo en los países industrializados. Aparte de la depresión de los precios de las materias primas, se produjo la desvalorización del dólar y la reducción de la actividad petrolera a escala mundial. En Venezuela el valor de las exportaciones de 1932-1933 se redujo en un 18,6% con relación al de 1929-1930. El número de trabajadores ocupados en la industria petrolera se redujo en más de las dos terceras partes, el total de las remuneraciones pagadas por esa industria disminuyó en un 65%, el gasto público cayó en un 42%, y el valor de las exportaciones y de las importaciones se redujo en el 21 y 70%, respectivamente. La crisis, combinada con el alto valor del bolívar, pues no se devaluó en esa oportunidad, puso fin a la etapa agrario-exportadora de la economía venezolana y aumentó la dependencia económica nacional con respecto al petróleo. La crisis de 1959-1963. Una vez depuesta la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el Gobierno venezolano tomó una serie de medidas de índole social, que unidas al inestable ambiente político existente (como consecuencia de sublevaciones militares y de la subversión de la guerrilla), ocasionaron una crisis económica, que afectó particularmente a la industria de la construcción, uno de los sectores más activos y fuente generadora de empleo. En esa época el Gobierno intervino en la actividad petrolera, con su política de no otorgamiento de nuevas concesiones petroleras, la creación de la empresa estatal Corporación Venezolana de Petróleo (CVP) y su decisiva participación en la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Las empresas petroleras extranjeras, sintiéndose amenazadas por el aumento del Impuesto sobre la Renta y la anulación de las concesiones petroleras recibidas durante el período perezjimenista, redujeron sensiblemente el ritmo de sus actividades de exploración y perforación. De esta manera se redujo drásticamente la inversión bruta de la industria petrolera. Con el propósito de paliar los efectos de la crisis, el Gobierno, con el apoyo del llamado Pacto de Punto Fijo, decidió aumentar el nivel del gasto público, especialmente de los gastos corrientes, incrementó la presión tributaria y recurrió de más en más al crédito público. Todo ello se concretó en una gestión fiscal ampliamente deficitaria. Las reservas internacionales que alcanzaban, a finales de 1957, a 1.396 millones de US $, se situaron en 1962 en 583 millones, y se agudizó la salida de divisas por una violenta fuga de capitales. El Gobierno, para contrarrestar la salida de divisas, estableció en noviembre de 1960 un régimen de control de cambios, que se hizo más severo en 1961. A partir de 1962 la economía comienza a recuperarse, observándose un saldo positivo en la balanza de pagos, las estabilización del tipo de cambio en el mercado libre y el aumento progresivo de las reservas internacionales. En enero de 1964 se eliminó el control de cambios y se formalizó la devaluación del bolívar, fijándose el tipo de cambio libre a razón de 4,30 Bs./US $. La crisis energética de 1973. A partir de 1970 el precio del barril de petróleo comenzó un formidable ascenso, por el aumento del consumo mundial de petróleo. A este aumento se une el estallido de la cuarta guerra árabe-israelí produciendo aumentos aun mayores del petróleo. A finales de 1973 la economía estadounidense entró en una profunda recesión, manifestada por la persistencia de los déficit en la balanza de pagos y su incidencia sobre el sistema monetario, con sus consiguientes consecuencias sobre el nivel de la producción industrial y el desempleo. Esa depresión se tradujo en Venezuela en la disminución de la producción y en la exportación de petróleo. Pero el aumento de los precios mundiales del crudo, que aumentó los ingresos fiscales del país, evitó que la crisis mundial repercutiera negativamente sobre la economía nacional. La crisis iniciada en 1983. El 18 de febrero de 1983 se produjo el llamado «viernes negro», como consecuencia de una reiterada política económica gubernamental llena de desaciertos, mientras los ingresos petroleros disminuían y estallaba la crisis mexicana (que creó severas tensiones en la banca internacional). Todo eso favoreció el desarrollo de un grave clima de incertidumbre económica interna, fuga de capitales, incapacidad de cancelar los compromisos de la deuda externa, reducción de la inversión neta privada, déficit en la balanza de pagos y disminución del nivel de las reservas internacionales. El Gobierno estableció ese mes de nuevo el régimen de control de cambios, después de casi 20 años con un sistema de tipo de cambio fijo y de libre convertibilidad del bolívar. Así se implantaron, conjuntamente, el Régimen de Cambios Diferenciales (RECADI), con 2 tipos de cambio o paridad fija preferencial (4,30 y 6,00 Bs./US $) y un mercado libre a paridad variable, y el sistema administrado de precios. En 1984 se modificaron las tasas de cambios preferenciales (4,30, 6,00 y 7,50 Bs./US $), utilizando el tipo de cambio de 7,50 para la mayor parte de las importaciones de bienes y servicios, y se tomaron varias medidas de austeridad en el gasto público, que significaron fuertes sacrificios para la población, el aumento del desempleo y el subempleo. En febrero de 1986 se logró un primer acuerdo de refinanciamiento de la deuda pública externa, que no pudo ser cumplido por la irreal sobreestimación de los ingresos petroleros, que experimentaron una fuerte caída en los mercados internacionales. Para compensar la reducción de los precios del petróleo, se aumentó el volumen de petróleo producido. Para contrarrestar la recesión, el Gobierno inició una política expansiva del gasto público, incurriéndose en importantes déficit fiscales, que obligaron a realizar nuevas y periódicas devaluaciones del bolívar con el propósito de incrementar los ingresos en bolívares y cubrir el déficit fiscal. El Gobierno había congelado, además, las tasas de interés; y la oferta monetaria, expandida como consecuencia de las devaluaciones, aumentó por la sobredemanda de crédito. Esa política de tasas de interés negativas contribuyó a una mayor fuga de capitales, a la vez que presionaba las tasas en el mercado paralelo de divisas. A finales de 1988 el tipo de cambio se ubicaba en ese mercado en 39,30 bolívares por dólar. Aumentos generales en los sueldos y salarios decretados en 1986 y 1987, junto con la política expansiva del gasto público sin contrapartida con el aumento de la productividad, estimuló el crecimiento de la inflación, especialmente a partir de 1987. Ni controles más severos en los precios ni la concesión creciente de subsidios lograron capear la tormenta de las reservas internacionales pasaron de us $ 13.750 millones a 6.671 entre 1985 y 1988. La corrupción aumentó a niveles sin precedentes con el funcionamiento de RECADI, que otorgaba dólares a una tasa preferencial de 14,50 bolívares, mientras el dólar se cotizaba a 39,30 bolívares en el mercado paralelo. En 1989 se aplicó, de un golpe, sin gradualidad ninguna ni suficiente información a la población, un severo paquete de medidas económicas para eliminar los desequilibrios macroeconómicos y reorientar la economía hacia un crecimiento autosostenido, pero se hizo sin un adecuado «piso político». La aplicación del «paquete» en esas condiciones, después de varios años de reducción sistemática de la capacidad adquisitiva de la población, trajo consigo el empobrecimiento de la clase media, de reciente desarrollo, y el agudizamiento de las contradicciones sociales en una población empobrecida en medio de un ambiente de despilfarro y corrupción. Se produjo así un tenso clima de inestabilidad política, con 2 estallidos insurreccionales el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992, que ensombrecieron el panorama social, situación que aún la dirigencia política no ha logrado asimilar. A los elementos iniciales de la crisis (crisis cambiaría de 1983, contradictorias políticas económicas, insostenibles subsidios, déficit fiscal, elevada deuda externa, deterioro de la situación social y política, aumento de la corrupción y de la inflación) se sumó un nuevo y peligrosísimo ingrediente: el colapso del sistema bancario nacional. Ya se tenían algunos antecedentes de ese desastre, que fueron desoídos: el colapso de la banca pública y de las sociedades financieras pequeñas desde 1984, la quiebra de algunos bancos como el Banco Nacional de Descuento en 1978, el Banco de los Trabajadores de Venezuela en 1982, el Banco de Comercio en 1985. La sostenida elevación de las tasas reales de interés, la fraudulenta actividad de muchos bancos con balances distorsionados y la pérdida de la capacidad de influencia política de un sector de la banca, trajo consigo el estallido de un enorme escándalo financiero, que comprometió aún más la capacidad de recuperación del país. Al cierre de 1992, 10 de los 19 más importantes bancos del país estaban prácticamente insolventes.
Tema relacionado: Economía.