Caracas, 28.10.1769 —
Amotape (Perú), 28.2.1854
Filósofo, pedagogo con obra intelectual perdurable y penetrante conocedor de la sociedad hispanoamericana. Maestro y mentor de Simón Bolívar. En mayo de 1791 el Cabildo de Caracas lo admite para ejercer el cargo de maestro en la escuela de primeras letras para niños. Allí llegará, al año siguiente, el niño Bolívar a recibir clases junto a un grupo de niños que para fines de mayo de 1793 ascendía a 114. En junio de ese año casa con María de los Santos Ronco, acto en el cual se declara «expósito de esta feligresía». En 1794 presenta al Ayuntamiento sus Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de Primeras Letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento. Se trata de un planteamiento crítico sobre la enseñanza colonial. Al año siguiente el niño Bolívar se fuga de casa de su tutor y es enviado a vivir en casa de su maestro Simón Rodríguez bajo la dirección de este. Ganado para la causa revolucionaria por la lectura de los pensadores y filósofos de la Ilustración, aparece en 1797 vinculado al proyecto de independencia inspirado por el pedagogo mallorquín Juan Bautista Picornell, en asociación con los venezolanos Manuel Gual y José María España. El descubrimiento y fracaso de la tentativa revolucionaria determina su salida, que será para siempre, de Venezuela. Ese mismo año pasa a Kingston (Jamaica), donde residirá por algún tiempo y cambiará su nombre por el de Samuel Robinson. Luego viaja a Estados Unidos donde vive hasta fines de 1800, y en abril de 1801 se halla en Bayona (Francia), de donde pasa a París y allí traduce, ese mismo año, la Atala de Chateaubriand. En esa ciudad se encontrará de nuevo con Bolívar en 1804. Rodríguez participa de manera decisiva en el nuevo rumbo de Bolívar: este, a partir de allí, se compromete para siempre con la política. Juntos parten, en abril de 1805, a un viaje que los lleva a Lyon y Chambery para luego atravesar los Alpes y entrar a Italia: Milán, Venecia, Ferrara, Bolonia, Florencia. En Milán presencian la coronación de Napoleón Bonaparte como rey de Italia. La gira tiene su remate en Roma; allí el 15 de agosto, Bolívar, junto a Rodríguez y a Fernando Toro, jura dedicarse a la causa de la independencia de Hispanoamérica. El texto del juramento quedará grabado en la memoria de Rodríguez, y por este lo conoce la posteridad: «Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español». Luego de una breve visita de Bolívar a Nápoles retornan a París hacia fines de año. Poco tiempo después se separan. En 1806 inicia un largo peregrinar por Europa, viviendo en Italia, Alemania, Prusia, Polonia y Rusia. Es probable que su tarea favorita, la docencia, lo haya ocupado durante los varios lustros en que su huella se ha perdido, hasta 1823, cuando aparece en Londres, donde encuentra a Andrés Bello y ese mismo año el maestro emprende el retorno a América. De su estadía en Europa diría: «Permanecí en Europa por más de veinte años; trabajé en un laboratorio de química industrial, en donde aprendí algunas cosas; concurrí a juntas secretas de carácter socialista [...] estudié un poco de literatura; aprendí lenguas y regenté una escuela de primeras letras en un pueblecito de Rusia...». Entra a América por Cartagena de Indias, y retoma su nombre de Simón Rodríguez. En Bogotá, en 1824, realiza la primera fundación de una escuela-taller. El Libertador, que ha sabido de su regreso, le escribe el 19 de enero de ese año desde Pativilca (Perú), una de las más expresivas epístolas de toda su vida: «Vd. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Vd. me señaló [...] No puede Vd. figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Vd. me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Vd. me ha regalado». Con la ayuda de Francisco de Paula Santander, ordenada por Bolívar, Rodríguez marcha a reunirse con él. Por Cartagena emprende el viaje a Perú a través de Panamá y Guayaquil. A este puerto llega a fines de 1824 o principios de 1825. A su paso por Ecuador va dejando obras: en Latacunga dicta clases de agricultura y botánica en el Colegio Nacional; en Quito presenta al Gobierno un Plan de colonización para el oriente de Ecuador y en Ibarra, funda una «sociedad de socorros mutuos». En 1825 Bolívar lo recibe en Lima y lo incorpora a su grupo de colaboradores directos. A mediados de abril parte con Bolívar y el Estado Mayor para realizar un recorrido del Perú: Arequipa, Cuzco, Tinta, Lampa, Puno y Zepita. Pasan a Bolivia: La Paz, Oruro, Potosí y Chuquisaca. En noviembre de 1825, Bolívar lo nombra «director de Enseñanza Pública, Ciencias Físicas, Matemáticas y de Artes y director general de Minas, Agricultura y Caminos Públicos de la República Boliviana». El 7 de enero de 1826 Bolívar regresa a Lima y Rodríguez permanece en Bolivia; no volverán a verse más. En 1826 es la segunda fundación de una escuela-taller, esta vez con proyecciones para toda Bolivia, desde Chuquisaca. Ese año renuncia; su temperamento y el del mariscal Antonio José de Sucre, presidente de Bolivia, no congenian. Se marcha a Arequipa donde publica, en 1828, el Pródromode la obra Sociedades americanas en 1828; en esta obra, igual que en otros escritos suyos, insiste en la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, concepto que sintetiza su frase: «La América Española es Orijinal =ORIJINALES han de ser sus Instituciones i su gobierno = 1 orijinales sus medios de fundar uno i otro. O Inventamos o Erramos». En 1830 aparece su libro El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa social, el cual es un alegato a favor de Bolívar. En septiembre de ese año, circula su ensayo científico Observaciones sobre el terreno de Vincocaya, en el que destaca aspectos sobre la conservación de la naturaleza, la economía y la sociedad. Es probable que el segundo matrimonio de Simón Rodríguez, ahora con Manuela Gómez, haya sucedido en 1831, en Perú. Desde Lima irá, en 1834, a Concepción (Chile) y allí acepta la dirección de una escuela y publica su libro Luces y virtudes sociales ese mismo año. En esta obra destaca su concepto de escuela primaria, puntualizando la diferencia entre instruir y educar, así como el de república. Seguidamente se edita en la misma ciudad el Informe sobre Concepción después del terremoto de febrero de 1835. Tras visitar Trilaleubu y Monteblanco (1836) y Tucapel (1837), Rodríguez se encuentra por segunda vez con Andrés Bello, en Santiago de Chile. En Valparaíso reedita Luces y virtudes sociales (1838) y publica artículos en el periódico El Mercurio. En 1842 está en Lima, donde reedita su obra Sociedades americanas en 1828. Emprende viaje hacia Ecuador en 1843 y a su paso por el puerto de Paita (Perú) ocurre la entrevista del maestro con Manuela Sáenz, esta anciana y próxima a morir. A Ecuador llega a fines de ese año: visita Guayaquil y Quito y reside en Latacunga donde imparte enseñanza en el colegio San Vicente. Pasa por Quito en 1846 y está en Túquerres en 1847. Dos años más tarde en El Neogranadino, periódico de Bogotá, publica su Extracto sucinto de mi obra sobre la educación republicana. En 1850 vuelve a Latacunga y en 1851, entrega al colegio de San Vicente sus Consejos de amigo dados al colegio de Latacunga, donde expresa: «Si los americanos quieren que la revolución política que el peso de las cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido, les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución económica y empiécenla por los campos: de ellos pasará a los talleres, diariamente notarán mejoras que nunca conseguirán empezando por las ciudades. Venzan la repugnancia a asociarse para emprender y el temor de consejarse para proceder. El que no hace, nunca yerra: más vale errar que dormir». En los años finales de su vida, Rodríguez va a Guayaquil, donde se perderá buena parte de su obra en el incendio de la ciudad. En 1853 emprende de nuevo viaje al Perú. Lo acompañan su hijo José y Camilo Gómez, compañero de este; será Gómez quien lo asistirá en el momento de su muerte, ocurrida en el pueblecito de Amotape. Setenta años después sus restos fueron trasladados al Panteón de los Próceres en Lima, y desde allí, al siglo justo de su fallecimiento, fueron devueltos a su Caracas natal, donde reposan en el Panteón Nacional desde el 28 de febrero de 1954.